¨No se trata de mirarnos uno al otro, para lograr el objetivo hay que mirar los dos en la misma dirección, PRIMERAS LETRAS te ayudará encauzar esta mirada¨
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viernes, 16 de abril de 2010

LOS NIÑOS Y LA "CAJA TONTA"


El mirar televisión es uno de los pasatiempos más importantes y de mayor influencia en la vida de niños y adolescentes. Los niños en los Estados Unidos miran la televisión durante un promedio de tres a cuatro horas al día. Para el momento en que se gradúan de la escuela secundaria habrán pasado más tiempo mirando televisión que en el salón de clase. Mientras la televisión puede entretener, informar y acompañar a los niños, también puede influenciarlos de manera indeseable.

El tiempo que se pasa frente al televisor es tiempo que se le resta a actividades importantes, tales como la lectura, el trabajo escolar, el juego, la interacción con la familia y el desarrollo social. Los niños también pueden aprender cosas en la televisión que son inapropiadas o incorrectas. Muchas veces no saben diferenciar entre la fantasía presentada en la televisión y la realidad. Están bajo la influencia de miles de anuncios comerciales que ven al año, muchos de los cuales son de bebidas alcohólicas, comidas malsanas (caramelos y cereales cubiertos de azúcar), comidas de preparación rápida y juguetes. Los niños que miran demasiada televisión están en mayor riesgo de:
bulletSacar malas notas en la escuela.
bulletLeer menos libros.
bulletHacer menos ejercicio.
bulletEstar en sobrepeso.

La violencia, la sexualidad, los estereotipos de raza y de género y el abuso de drogas y alcohol son temas comunes en los programas de televisión. Los jóvenes impresionables pueden asumir que lo que se ve en televisión es lo normal, es seguro y es aceptable. Por consecuencia, la televisión también expone a los niños a tipos de comportamiento y acititudes que pueden ser abrumadores y difíciles de comprender.

Los padres pueden ayudar a sus hijos a tener experiencias positivas con la televisión. Los padres deben de:
bulletMirar los programas con los hijos.
bulletEscoger programas apropiados para el nivel
de desarrollo del niño.
bulletPoner límites a la cantidad de tiempo que
pasan ante la televisión (a diario y por semana).
bulletApagar la televisión durante la horas de
las comidas y del tiempo de estudio.
bulletApagar los programas que no les parezcan
apropiados para su niño.

Además, los padres pueden hacer lo siguiente: no permitir a los niños mirar televisión por horas de corrido; al contrario, deben de seleccionar programas específicos para los niños. Seleccionen programas que sean adecuados para el nivel de desarrollo de su niño. Los programas de niños en la televisión pública son apropiados, pero las novelas, las comedias para adultos y los programas de conversación de adultos no lo son. Establezcan ciertos períodos cuando el televisor esté apagado. Las horas de estudio deben dedicarse al aprendizaje, no son para sentarse frente a la televisión mientras tratan de hacer la tarea. Las horas de las comidas son tiempo para conversar con otros miembros de la familia y no para mirar la televisión.

Estimule discusiones con sus hijos sobre lo que están viendo cuando están mirando un programa juntos. Señaleles el comportamiento positivo como la cooperación, la amistad y el interés por otros. Mientras están mirando, hágale conexiones con la historia, libros, lugares de interés y eventos personales. Hableles de sus valores personales y familiares y cómo se relacionan con lo que están viendo en el programa. Pidale a los niños que comparen lo que están viendo con eventos reales. Dejeles saber las verdaderas consecuencias de la violencia. Discuta con ellos el papel de la publicidad y su influencia en lo que se compra. Estimule a su niño para que se envuelva en pasatiempos, deportes y con amigos de su misma edad. Con la orientación apropiada, su hijo puede aprender a usar la televisión de una manera saludable y positiva.

Fuente:American Academy of Child and Adolescent Psychiatry (AACAP).


lunes, 12 de abril de 2010

LA AUTORIDAD CON LOS HIJOS, HOY


FORO DEBATE Para que ustedes comenten en el blog sus opiniones.

1. SITUACIONES DE VIDA

“Jorge siempre hace lo que quiere. Siempre tiene la última palabra. No sé qué pintamos nosotros” (La madre al padre).

“Parece mentira, pero cuando yo digo que nuestro hijo ha de hacer algo, tú siempre te pones de su lado y no hay modo de ponernos de acuerdo. Total, que el niño hace lo que quiere” (El padre a la madre).

“Por mucho que tú lo digas, no pienso ponerme esta falda. Quiero los vaqueros...” (Mercedes, 8 años).

“No entiendo nada. Ahora parece que en la escuela ya no se preocupan de educar a los niños y niñas. Mi nieto habla de cualquier manera con sus profesores y profesoras. No hay aquel respeto que había antes...” (Abuelo de 65 años que ejerce de canguro permanente).

“No quiero a Sergio en clase hasta que no pida disculpas, cumpla el castigo y sus padres hayan hablado conmigo” (Ana, profesora de 5º de Primaria).

“De acuerdo, me tratas como un amigo, pero no olvides que soy tu padre” (Al hijo de 15 años).

“Esto es lo que piensas tú que me conviene. Y como eres mi padre, crees que no te puedes equivocar” (Hija de 13 años a su padre).

2. DE QUÉ HABLAMOS

Una de las definiciones de “Autoridad” es “el poder de mandar, de dirigir. Cualidad del que sabe hacer que le obedezcan”. Aquí hablamos de la autoridad de los padres y de las personas (abuelos, parientes, profesorado...) que intervienen en el proceso madurativo y educativo de los niños y adolescentes que permite orientar la educación de los hijos y también hablamos del respeto de los hijos hacia los padres y los educadores. No nos ocuparemos, por tanto, de otros aspectos de la autoridad en otros campos de la actividad social.

No hablamos del autoritarismo que implica la sumisión incondicional a la autoridad que se practica a veces por parte de los padres en casa y que no permite el crecimiento y la realización como persona del que obedece. La educación y el crecimiento personal de los hijos necesita un clima de seguridad (que proviene de una autoridad bien entendida), de confianza y de libertad.

La autoridad bien ejercida en la familia general seguridad, puesto que proporciona a los hijos unos puntos de referencia claros y confianza en las indicaciones de los padres. La auténtica autoridad es la que es aceptada, la que provoca el reconocimiento del otro.

Una cuestión importante es que la autoridad de los padres debe ejercerse desde el inicio de la vida de los niños y no es una responsabilidad que se deba estrenar con el inicio de la adolescencia. Los estudiosos afirman que los años más importantes para la maduración y la educación de los niños y niñas son los primeros 6-8 años. Es ya en este momento de establecimiento de hábitos y de normas cuando se necesita el ejercicio de la autoridad de los padres y las madres. La actuación de los padres con los hijos durante los primeros años en situaciones de la vida cotidiana como el mantenimiento del orden en las cosas, la colaboración en las pequeñas tareas domésticas, el uso prudente de la televisión y del ordenador, la forma de jugar con los hermanos o amigos, aprender a comer de todo... es clave para establecer un marco de actuación.

3. CÓMO AFECTA LA CUESTIÓN A LOS PADRES

En nuestra sociedad, la autoridad tiene mala prensa. A los mayores les recuerda un tiempo en el cual el ciudadano normal no tenía reconocidos sus derechos. La autoridad en la sociedad civil, militar y/o religiosa representaba el poder absoluto.

Es interesante indicar que la autoridad de los padres tiene poco que ver con la autoridad y el poder de la sociedad, puesto que se basa en el amor, el cariño y el cuidado mutuos. No es el resultado de unas votaciones y se concreta en el día a día, dando puntos de referencia, estableciendo un diálogo permanente. Ello no impide, como pasa en toda relación humana, que de vez en cuando puedan surgir conflictos que tienen que resolverse.

En el ámbito personal, que incluye el familiar, con demasiada frecuencia la autoridad se había vivido como un sufrimiento: ¡lo que tenían que hacer los niños era escuchar y hacer lo que decían los padres! No había espacio para la reflexión crítica ni para la adhesión voluntaria.

La democracia ha introducido cambios importantes en la relación entre los poderes públicos y los ciudadanos y ciudadanas, entre los miembros de la misma familia, en las relaciones educativas en el marco escolar... El principio de autoridad ha entrado en crisis como tantos otros valores y las relaciones interpersonales se producen en un marco más igualitario en el cual los razonamientos y, especialmente, las experiencias anteriores, la trayectoria de la relación..., otorgan o restan autoridad. Aunque no hay que pensar que todos los problemas entre padres e hijos pueden resolverse sólo hablando: en más de una ocasión será necesario que los padres digan la última palabra, precisamente basándose en el amor que sienten por sus hijos y en su bien.

En este sentido, un aspecto relevante del ejercicio de la autoridad de los padres es la necesidad de marcar límites que vienen determinados por los valores que pretendemos transmitir. Y esto significa que, en algunos momentos, el mantenimiento de los límites puede provocar un cierto sufrimiento tanto a los padres como a los hijos. Pueden producirse situaciones difíciles que impliquen falta de comunicación, malhumor...

Por otro lado, la incorporación de la madre al mercado laboral, la precariedad laboral, la necesidad de trabajar con horarios que dificultan la relación continuada con los hijos..., provocan una dinámica familiar que no favorece una relación natural y, por lo tanto, una percepción equilibrada de la autoridad:

• con demasiada frecuencia, los abuelos son los canguros oficiales y sobre ellos recae un exceso de responsabilidades educativas,

• se produce un movimiento de transferencia a la escuela de buena parte de las responsabilidades propias de los padres para con los hijos,

• los padres son conscientes de la falta de tiempo dedicado a los hijos y, desde una cierta mala conciencia, a veces toman la postura de no contrariar a los hijos, no ser críticos con sus comportamientos egoístas o poco solidarios, tienen miedo a ejercer su autoridad para no frustrarles...

• en poco tiempo, se ha pasado de un sistema autoritario de los padres a un cierto contrato tácito según el cual cada uno hace lo que quiere. A menudo, los padres, por miedo al conflicto, se rinden y dejan de asumir sus responsabilidades educativas.

Por último, cabe indicar que la sociedad en la que actualmente tenemos que educar se caracteriza por su heterogeneidad de modo que los mensajes de la TV, la prensa, los valores de las familias de los amigos de nuestros hijos... pueden ser muy diferentes a los nuestros. Esta realidad implica que los padres no tienen que improvisar permanentemente, sino todo lo contrario: tienen que tener muy claro cuáles son los referentes más importantes. Más de una vez toca decir a los hijos: “Lo sentimos, pero en casa es diferente.”

4. POSIBLES RESPUESTAS DE LOS PADRES

En este nuevo escenario se tiene que volver a situar y a pensar el papel educativo de la autoridad en cada uno de los ámbitos educativos y en los diferentes estados madurativos de los hijos. La autoridad se manifiesta claramente educativa cuando va acompañada de una dosis importante de flexibilidad, de manera que con los diferentes hijos o en momentos distintos tiene que ejercerse de diferente manera.

Algunos componentes personales de los padres, la convicción profunda respecto de los propios valores, el tono de voz, el equilibrio en la exigencia..., son también factores a tener en cuenta.

Como consideración general, puede decirse que no se trata simplemente de dar órdenes e indicaciones y pasar a otra cosa. Las órdenes han de ir acompañadas de argumentos positivos, han de generar confianza, y ser en general, aceptadas de buen grado. Ante las dificultades, los padres no pueden eludir sus responsabilidades aunque pueda resultar doloroso el mantenimiento de una decisión. Saber decir que no a tiempo y mantenerlo puede entrañar un gran valor de cara al futuro.

La autoridad de los padres tiene que ser realista con las condiciones y los entornos de los hijos. Es importante el seguimiento continuado de su crecimiento, conocer los ambientes, las amistades, los intereses...para que la respuesta de los padres a los problemas sea fruto del conocimiento y no de la improvisación.

En una sociedad que invita constantemente al placer, al individualismo, a la comodidad..., la tarea de los padres se presenta como un reto para educar en el valor del esfuerzo, del trabajo bien hecho, de la solidaridad; y en este aprendizaje, la autoridad de los padres se revela como herramienta imprescindible.

La autoridad invita a crecer, aconseja y ayuda a dar pasos adelante: son los hijos los que avanzan, los auténticos protagonistas de su crecimiento como personas.

El objetivo final del ejercicio de la autoridad de los padres es la consecución de la plena autonomía de los hijos. En la misma medida que los hijos asumen sus responsabilidades, va desapareciendo la necesidad de la autoridad de los padres. La estrategia más eficaz, cuando son mayores, es una retirada gradual de la intervención de los padres para facilitar la asunción responsable de los hijos.

5. CÓMO PODEMOS AYUDAR

Parece oportuno indicar algunos ejes fundamentales para ejercer la autoridad de manera adecuada y para que resulte educativa:

Tiempo. La educación exige tiempo y, en la medida en que la autoridad se manifiesta en pequeñas decisiones cotidianas, es necesario que los padres se reserven tiempo para estar, hablar, comentar con los hijos. Esto se puede conseguir introduciendo cambios organizativos en ciertos hábitos:

• Trabajar menos horas aunque eso signifique ganar menos dinero.

• No utilizar a los abuelos o a personal externo en la atención a los hijos, a menos que sea necesario.

• No encender la TV durante las comidas para favorecer el diálogo.

Diálogo. La autoridad de los padres tiene que ir acompañada de diálogo. No se trata de conseguir la sumisión a un poder lejano que se impone sin más. El diálogo favorece el ejercicio de una autoridad con la suficiente flexibilidad como para que los padres reconozcan sus errores (“Perdona, pero ayer tenías razón”) y aceptar con normalidad las excepciones a la regla general. Una autoridad dialogante por parte de los padres acepta que el hijo tenga razón cuando efectivamente la tiene.

Coherencia. Lo que hoy es negro no puede ser blanco mañana. Es fundamental que desde muy pequeños, los niños y niñas se den cuenta de cuáles son los mensajes, los valores importantes, los comportamientos positivos. Y, en este sentido, tiene que haber un acuerdo de principios básicos entre los padres. Es profundamente antieducativo manifestar discrepancias importantes delante de los hijos en temas de carácter educativo.

Perseverancia. La educación es un proceso que dura toda la vida y necesita que el esfuerzo educativo se produzca con continuidad. Con harta frecuencia los padres tienen la tentación de pensar que no hay nada que hacer, que es mejor dejar el hijo o la hija se lo encuentre...

Oportunidad. A nadie le gusta que le indiquen lo que tiene que hacer y menos cada día y a cada hora. La auténtica autoridad delos padres favorece la existencia de espacios de libertad en los que los hijos tienen que optar y comprobar el resultado de sus decisiones al margen de los padres...

Jerarquía de valores. El esfuerzo y la autoridad tienen que centrarse en las cuestiones realmente importantes. Con demasiada frecuencia los padres y las madres dan importancia desproporcionada a aspectos secundarios. Es fundamental seleccionar las cuestiones importantes y jugar fuerte.

Colaboración padres-escuela. Aunque la responsabilidad primera y principal de la educación de los hijos es de los padres, la escuela ejerce un papel muy importante en la educación sobre la autoridad, porque es el primer lugar donde se produce su socialización.

Tiene mucho interés educativo que los hijos perciban un clima de confianza mutua entre los padres y la escuela. En ningún momento pueden los padres desautorizar al profesorado delante de los hijos. En todo caso, las dificultades tienen que hablarse directamente con la escuela.

6. CUESTIONARIO

1. ¿Qué entendemos por autoridad? ¿La consideramos necesaria?

2. ¿Estamos convencidos de que es imprescindible para el equilibrio de nuestros hijos marcar unas pautas, unos límites?

3. ¿Recordamos alguna ocasión en la que hayamos vivido una falta de respeto, un trato demasiado “de colegas” de nuestros hijos hacia nosotros? ¿Cuál fue nuestra reacción?

4. Con frecuencia, pero sobre todo en la adolescencia, la autoridad comporta conflictos, ¿estamos dispuestos educar en el conflicto?

LA NECESIDAD DE LA DISCIPLINA PARA FORMAR NIÑOS OBEDIENTES


Los consejos de una madre y profesora con experiencia
1. ¿QUÉ SE ENTIENDE POR DISCIPLINA?
- Es el ejercicio de la autoridad, que no autoritarismo, mediante normas y límites que se hacen cumplir, en ambientes organizados, donde en todo momento se sepa qué es lo esperable y qué se espera de ellos con rutinas, pautas y hábitos que se trabajan día a día para lograr niños responsables y obedientes, capaces de diferenciar el mal del bien y, por tanto, capaces de decidir
- Las normas y límites son necesarios ya que brindan seguridad y protección (lo peor para los niños es el desarrollarse en contextos dónde no se sepa qué es lo esperable, dónde no haya ningún tipo de límite y todo se permita, ya que en estos contextos los niños no aprenderán a diferenciar lo bueno y lo malo, precisamente porque todo se tolera y se consiente),guían al niño a tener claros determinados criterios sobre las cosas y enseñan al niño a saber renunciar a sus deseos. De esta forma, le estamos enseñando a aprender a tolerar ysuperar la frustración: el niño desde pequeño ha de sentir la frustración, aceptar un “no” por respuesta para ir forjando un carácter fuerte.
- Ya desde pequeñitos se marcan en la vida de los niños unos horarios, pautas y rutinas, por ejemplo en el sueño y la comida. De esta manera, se le está ayudando a organizar su interior a través de un contexto exterior organizado. Ya desde estos momentos se está marcando una disciplina.
- La disciplina es también necesaria en la convivencia con los demás, no sólo en el contexto familiar. Los padres mandan a los hijos porque se preocupan por ellos y éstos tienen la obligación moral de obedecer no porque ellos lo mandan sino para formar una personalidad madura y responsable: no se parte de una situación de igualdad ya que los padres se encuentran en otra escala. Los padres no pueden igualarse a los hijos puesto que la relación que se establecería entre ellos sería de igual a igual y esto no es ni debe ser así al actuar los padres como guía, como modelos de referencia, como modelos de autoridad.

2. LA OBEDIENCIA
- La obediencia es una virtud que hay que trabajarla diariamente, como un hábito, para que de esta forma los niños la hagan suya y forme parte de su carácter.
- Cuando se trabaja la obediencia no sólo se está trabajando el hecho de asumir unas normas, cumplirlas y asumir también las consecuencias de la trasgresión, sino que también se está incidiendo en el autocontrol, en la responsabilidad (saber decidir y elegir: no hay responsabilidad si no se ha aprendido a obedecer), la humildad (el tirano es aquel que sólo desea exaltar su yo...).
- El hecho de trabajar la obediencia no significa que no se quiera la libertad para los hijos; pero tienen que asumir que no sólo existe su libertad sino también la del resto de personas de su alrededor, libertades que tienen que respetar.
- Los niños y los adolescentes, por su propia seguridad puesto que no poseen la experiencia y sabiduría necesarias, deben sentir que sus padres son los que mandan.

3. ¿POR QUÉ DESOBEDECEN? ALGUNAS CAUSAS DE LA DESOBEDIENCIA
-Para llamar nuestra atención, aunque sólo reciba castigos o reprimendas.
- Época de las casquetas (en torno al año y medio-dos años).
- No atiende a lo que se le pide porque está atento a otra actividad.
- Estar recibiendo demasiadas órdenes a la vez: por ejemplo: “recoge la silla”, “deja la plastilina en su sitio” y “siéntate en la colchoneta”.
- No comprender lo que se le manda: por ejemplo: “tienes que portarte bien”. ¿Dónde, cómo, con quién?
- Estar habituado a que siempre se haga por él lo que se le manda por ser impacientes, por no tener “follón”, por hacerlo mejor y más deprisa...
- Saber que los padres van a repetir varias veces la petición antes de que se pongan a realizarla.

4. ¿QUÉ SE PUEDE HACER? DISCIPLINA Y LÍMITES. EXIGIR CON AFECTO
- Tener unos objetivos claros de lo que se pretende cuando se educa.
- Dar ejemplo para tener fuerza moral y prestigio.
- Establecer normas realistas, ajustadas, que sean capaces de llevar a cabo.
- Explicar con claridad cuáles son las consecuencias positivas y negativas de nuestros actos.
- Instrucciones simples, comprensibles para ellos y razonables, es decir, peticiones específicas, en las que quede bien claro el comportamiento que deben seguir. Enseñar con claridad cosas concretas. Es importante especificarle la conducta que se espera de él y ,si es posible, hasta mostrársela.
- Dar un número de instrucciones racional y decirlas de una en una.
- Ofrecerles dos opciones que llevarán a un mismo resultado y se les dará a elegir una de ellas en lugar de dar órdenes o hacer preguntas.
- Explicarles las razones por las que se les pide o se les prohíbe que hagan algo.
- Exponer de manera positiva el resultado de una conducta adecuada para motivar a nuestro hijo a cumplir aquello que más le cuesta o para que asimile una conducta nueva. Es importante que se cumpla con lo pactado.
- Coherencia entre el mensaje (lenguaje oral) y el lenguaje no verbal, es decir, el gesto, la actitud...De esta forma, no se creará confusión en los niños.
- Recompensar cuando haya obedecido nuestra orden o petición, y nunca antes. Cuanto más inmediata sea la recompensa, más efecto tendrá. Habrá que acostumbrarle arecompensas afectivas y no solamente materiales.
- Confiar en los hijos.
- Actuar y huir de los discursos. Una vez que el niño ya sabe qué debe hacer, y no lo hace, habrá que actuar consecuentemente y así aumentará nuestra autoridad.
- Reconocer los errores propios. Nadie es perfecto, los padres tampoco. El reconocimiento de un error por parte de los padres da seguridad y tranquilidad al niño y le anima a tomar decisiones aunque se pueda equivocar, porque los errores no son fracasos.

5. SI SIGUEN DESOBEDECIENDO, ALGUNOS CONSEJOS PRÁCTICOS...
- Contar hasta cinco en voz alta para que comprenda que se está esperando a que haga lo que se le ha pedido. Si en este tiempo el niño no ha obedecido, sin alzar la voz ni discutir, se le guiará con las manos para que haga lo encomendado.
- Cuando los hijos desobedezcan "descaradamente", no hay que perder el control. Recurrir a la técnica conocida como “tiempo fuera”: no se le reprochará nada ni se discutirá con él. Se le mandará solo a una habitación o a un rincón donde no pueda entretenerse durante un período breve de tiempo. La recomendación es que permanezca allí tantos minutos como años tenga el niño. Tendrá un momento para reflexionar sobre qué es lo que ha hecho enfadar a los padres y para recapacitar.
- Reprimenda verbal: si la desobediencia implica peligro para el hijo o para los demás (cruzar la calle, poner los dedos en el enchufe, etc.), con un tono de voz firme y enérgico, se le dirá: "¡no!" o "¡basta!" . Si es necesario, se parará físicamente su acción.

6. ¿QUÉ NO HAY QUE HACER?
- La excesiva permisividad. Es imposible educar sin intervenir. El niño, cuando nace, no tiene conciencia de lo que es bueno ni de lo que es malo.
- Ceder después de decir “no”. Una vez que se ha decidido actuar, la primera regla de oro a respetar es la del NO. El “no” no se puede negociar. La firmeza es fundamental: que los niños perciban que los padres no dudan.
- Incoherencia entre el padre y la madre
- El autoritarismo. Es el otro extremo de la permisividad. Es intentar que el niño haga todo lo que el padre quiere anulando su personalidad. Sólo persigue la obediencia por obediencia.
- Agresividad. Gritar. Perder los estribos. Además, a todo se acostumbra uno. El niño también se acostumbra a los gritos a los que cada vez hace menos caso. Lo peor de acostumbrar a un niño a este tipo de respuestas, es que las incorpora, y él mismo se vuelve agresivo.
- Incumplir las promesas y las amenazas. Cada promesa o amenaza no cumplida es un poco de autoridad que se queda en el camino. Las promesas y amenazas deber ser realistas, es decir, fáciles de aplicar.
- Falta de negociación. Ello supone autoritarismo y abuso de poder, y por lo tanto incomunicación.
- Falta de atención cuando nos hablan. Muchos padres se quejan de que sus hijos no los escuchan. Y el problema es que ellos no han escuchado nunca a sus hijos.
- Exigir éxitos inmediatos. Con frecuencia, a los padres les dan ciertos arranques de impaciencia con los hijos. Hay que tener presente siempre que nadie nace enseñado, y todo requiere un periodo de aprendizaje con sus correspondiente errores.
- Inconsistencia: en educación, prevalece lo que se hace día tras día. Cualquier aprendizaje requiere tiempo, y más aquellos referidos a la formación del carácter y personalidad.
- Confundir la firmeza y disciplina con el autoritarismo: “te he dicho que no porque lo digo yo”.Este tipo de actuaciones no ayudan nada a formar una personalidad responsable ya que nada se dice del comportamiento, si es correcto o no...Las personas que han vivido bajo este tipo de contextos son personas anuladas, sumisas, incapaces de elegir ni de decidir.
JONE LARRETA
Diplomada en Magisterio Infantil por la Escuela Universitaria Villanueva (Madrid) y Licenciada en Pedagogía y Psicopedagogía por la Universidad País Vasco. Profesora de Infantil desde hace tres años en Eskibel.

EDADES Y JUEGOS

A esta edad....Tipos de juguetes
• Descubren el entorno familiar.
• Hablan y preguntan.
• Mayor habilidad física y precisión de sus gestos.
• Revelan sentimientos en los juegos, aprenden canciones.
• Comparten y juegan con sus amigos.
• Patines, triciclos, bicicletas, camiones
• Puzzles, mecanos.
• Pizarras, plastilina, magnetófonos, cuentos marionetas.
• Muñecos con accesorios o articulados, disfraces, casa de muñecas.
• Primeros juegos de mesa

Juego y familia

• Partiendo de que a partir de los 3 años el jugar con compañeros de juego, compitiendo y comenzando a colaborar, toman una importancia hasta entonces no vivida, favoreceremos el encuentro con otros compañeros de juego, entre ellos nosotros mismos. Los juegos serán muy ricos en experiencias y los juguetes de movimiento serán los perfectos aliados para potenciar esas experiencias.

• Los juegos de imitación son más elaborados. Podremos jugar juntos y montar verdaderas historias: jugaremos con disfraces a ser personajes diferentes, jugaremos a ser otros a través de los muñecos y accesorios, recrearemos mundos de fantasía con las marionetas, los cuentos,... Así ayudaremos a que exprese sus sentimientos y al desarrollo del lenguaje.

• El tiempo de las conversaciones ha comenzado. Hablar, preguntar, responder, explicar, serán acciones que ayuden a una comunicación con nuestros hijos a través del lenguaje hablado. Jugando podremos explicar y responder a muchas cuestiones, pues será un lenguaje muy cercano para ellos.
A esta edad....Tipos de juguetes
• Aumenta su curiosidad.
• Pueden leer, dibujar, escribir.
• Suman y restan.
• Crean mundos imaginarios.
• Realizan actividades en grupo.
• Pelotas, balones, carretillas, bicicletas, juguetes deportivos, patines, monopatín, cometas.
• Mosaicos, juegos manuales.
• Trenes, coches teledirigidos.
• Juegos de preguntas y respuestas, de memoria, juegos de cartas, futbolines, billares, etc.
• Juegos de experimentos, microscopios, cromos.

Juego y familia

• Teniendo en cuenta que en esta etapa, su pensamiento es más reflexivo y se inicia la vida en grupo, el compartir y aprender de los otros será algo muy importante. Favoreceremos tiempos de juego donde pueda colaborar y realizar acciones conjuntas, donde nosotros vayamos guiando, pero también ayudemos para que piense y reflexione. Los juegos motrices en grupo nos proporcionan momentos muy divertidos.

• Los juguetes que tienen reglas para poder jugar son una extraordinaria oportunidad. Partidas de juegos de mesa, donde pueda competir con el adulto, sentirse una persona con capacidad para ganar o perder, ayudarán a su desarrollo social.

• La precisión manual es toda una conquista. Los juguetes que favorecen las actividades manuales nos harán pasar muy buenos ratos. Pintando con ellos o jugando a los experimentos aprenderemos mucho de nuestros hijos.

¿Es realmente importante jugar en familia?


Jugar en familia ayuda a construir una relación familiar sólida y duradera. El juego entre padres e hijos, entre hermanos, entre abuelos y nietos ayuda a fortalecer la complicidad entre los miembros de la familia, abre vías de comunicación, permite exteriorizar las expresiones de afecto, deja aflorar las emociones de una forma natural y espontánea. Aprende a jugar con tus hijos: estar con los niños y niñas mientras juegan es importante, pero no es suficiente.

Jugar en familia ayuda a construir una relación familiar sólida y duradera. El juego entre padres e hijos, entre hermanos, entre abuelos y nietos ayuda a fortalecer la complicidad entre los miembros de la familia, abre vías de comunicación, permite exteriorizar las expresiones de afecto, deja aflorar las emociones de una forma natural y espontánea. Aprende a jugar con tus hijos: estar con los niños y niñas mientras juegan es importante, pero no es suficiente.

¿Por qué es tan importante que juguemos con nuestros niños?

Según el Informe “Jugar en familia” de la Fundación Crecer Jugando, jugar comunica y transmite valores: Aprender a esperar, a resignarse, a tolerar, aprender a disfrutar con la ganancia del otro, saber perder... “Es un camino de convivencias, de amor recíproco, de vida amorosamente compartida. Una infancia que se vive con ejemplos respetuosos de los deseos de los demás, pequeños o adultos, genera la mejor matriz para el comportamiento social y es muy difícil, cualquiera que sean las circunstancias a vivir, que las personas alteren este legado familiar”.

Jugar no es acompañar a tus hijos, no es mirar como juegan, no es ayudar. Jugar exige algo más: implica diversión, disfrute, participación plena... Para los niños el juego, más que una forma de evitar el aburrimiento, es una manera de expresarse. Compitiendo o colaborando, luchando o estableciendo reglas, los niños nos dicen mucho de lo que piensan y de cómo quieren relacionarse con los demás. Como padres no podemos pasar por alto las grandes posibilidades de comunicación y encuentro que nos da el juego. Aquí no valen las excusas de que “estoy cansado después de tanto trabajo”. Jugar con un niño es más relajante y divertido que ver la televisión. No es una actividad que requiera esfuerzo pero sí ganas.

Darle un juego al niño y dejar de preocuparnos un rato es necesario en algunos momentos, pero no debe ser la norma habitual. El juego no nos libra del niño, nos muestra cómo es, qué es lo que le hace disfrutar, qué capacidad tiene para inventar y buscar soluciones creativas, si le cuesta tomar decisiones…

La demostración del afecto, del cariño, del malestar; en definitiva, la demostración de las emociones dentro de la familia mediante una buena comunicación, es síntoma de un buen clima familiar. El juego y el juguete se han revelado como unos excelentes aliados de los padres para mantener esta comunicación. A lo largo de todos estos años, muchos son los estudios que han demostrado la validez del juego y el juguete, tanto como actividad natural y propia de la infancia, como actividad didáctica al servicio del aprendizaje y el desarrollo del niño.

Jugar es una excelente posibilidad, una excelente “técnica” al servicio de los padres, para fomentar en los niños las actitudes necesarias y para que administren su tiempo de ocio de un modo positivo. Además de ser un juego en sí, es una perfecta acción familiar:

• Jugar es una acción divertida y placentera que favorece el desarrollo de actitudes lúdicas ante la vida. • Jugar es la puerta de entrada y salida de la realidad. Permite a la persona ser libre, decidir ante situaciones ficticias sin que pase nada. • Jugar es hacer un ensayo de la realidad siendo consciente de lo ficticio de la situación, aunque la situación se viva de un modo muy real. Permite voluntariamente ser otro o ser uno mismo actuando de un modo diferente o en otras circunstancias. • Jugar supone estar activo, tomar decisiones, implicarse y estar motivado. • Jugar es mostrarse cada uno tal y como es, desde el interior de cada persona, desde su propio origen. • Jugar facilita el encuentro con los otros y con el entorno. Es uno de los actos sociales y socializadores por excelencia. • Jugar refuerza la capacidad empática de ponerse en el lugar del otro. Capacidad que por excelencia tiene la madre al percibir las necesidades y sentimientos de los hijos, y la capacidad de los hijos de percibir las preocupaciones, alegrías o inquietudes de sus padres. • Jugar evita momentos de aburrimiento, renueva energía, repone del cansancio y proporciona momentos de distensión y relajación.

Jugar desarrolla la capacidad de disfrutar, de “sacarle juego” a las cosas más cotidianas de la vida y hacer especiales momentos, que tal vez por sí mismos no dejarían de ser una actividad normal. Hablar de jugar juntos no significa necesariamente jugar en un espacio predeterminado. El juego puede nacer de cualquier momento, de cualquier circunstancia y en cualquier espacio. Un viaje, el camino hacia el colegio, una sala de espera, la cola del supermercado, una salida al campo o un paseo por la ciudad pueden ser un buen escenario para unos juegos de palabras o de ingenio, unas carreras, unos juegos de memoria, etc. En definitiva, todo espacio es adecuado para improvisar y provocar el acto de jugar. Toda ocasión es idónea para disfrutar jugando. Planificar juntos las actividades desde que son pequeños ayudará a encontrar el equilibrio entre el tiempo para todos y el tiempo de uno mismo. Además, permitirá a los padres descubrir qué actividades les gustan, les interesa o les aburren. Por otro lado, planificar lo que vamos a hacer juntos, les hará sentir partícipes de las acciones familiares y se sentirán parte implicada de la familia.

Algunas ideas… Adivinar los colores (2 - 5 años) Muy útil en supermercados, salas de espera... Potencia el aprendizaje de los colores y las relaciones entre las cosas. Necesitamos varios objetos de colores básicos. Se coge un color y se pide que diga todos los objetos que ve de ese color. O también se pueden coger unos cuantos objetos de varios colores y se tapan con un trapo. Se saca uno y se pregunta de qué color es, que traiga otros objetos de ese color, que diga o recuerde cosas de ese color... Puedes cambiarlo (3 - 8 años) Potencia el pensamiento lógico. Consiste en decir frases y que los niños decidan si los objetos o actos se pueden cambiar. Por ejemplo "el color de los ojos" (no se puede cambiar); "las plantas de un jardín" (sí se pueden cambiar).

Jugar ¿hasta cuándo?

Los roles de los adultos en la familia, en relación al juego compartido con los hijos, van cambiando a lo largo del crecimiento. A lo largo de toda la vida el papel de los padres es ayudar en el desarrollo de sus hijos. Respecto al juego, durante la primera infancia, la ayuda es la función más importante.

- De 0 a 2 años: Jugar juntos es la mejor forma de conoceros mutuamente, ya que el juego para los niños es una forma de expresión y comunicación, de aumentar su autoestima y estrechar vuestros vínculos afectivos. En la edad temprana ayudaremos a que vaya acercándose al mundo a través de sus sentidos, a que extraiga todas las posibilidades lúdicas de un juguete, en definitiva; a que descubra nuevas experiencias. Nuestro papel de ayuda se referirá más a motivar y a favorecer un tipo de juego determinado.

- De 3 a 4 años: Acompañaremos más en el juego. Seguiremos guiando y motivando, pero jugaremos compartiendo, no sólo ayudando. En esta edad, la clave para jugar con ellos es la imaginación: es necesario ser capaz de transformarse en lobo, en pirata... y asumir papeles de la vida real: peluquero, médico... Jugar a hacer como sí... - A partir de los 6-7 años: El compartir se convierte en algo más. Es colaborar, es competir, es favorecer un juego en el que permitamos a nuestros hijos que se sientan más iguales en el juego, donde respetemos las normas y ayudemos a que se respeten. Donde ellos puedan mostrarse tal como son.

- A partir de los 9 años: Nos convertiremos en auténticos compañeros de juego. Ya no es tan importante el que motivemos, sino el que nos perciban como jugadores entregados, tanto a la competición como a la cooperación.