Jugar en familia ayuda a construir una relación familiar sólida y duradera. El juego entre padres e hijos, entre hermanos, entre abuelos y nietos ayuda a fortalecer la complicidad entre los miembros de la familia, abre vías de comunicación, permite exteriorizar las expresiones de afecto, deja aflorar las emociones de una forma natural y espontánea. Aprende a jugar con tus hijos: estar con los niños y niñas mientras juegan es importante, pero no es suficiente.
¿Por qué es tan importante que juguemos con nuestros niños?
Según el Informe “Jugar en familia” de la Fundación Crecer Jugando, jugar comunica y transmite valores: Aprender a esperar, a resignarse, a tolerar, aprender a disfrutar con la ganancia del otro, saber perder... “Es un camino de convivencias, de amor recíproco, de vida amorosamente compartida. Una infancia que se vive con ejemplos respetuosos de los deseos de los demás, pequeños o adultos, genera la mejor matriz para el comportamiento social y es muy difícil, cualquiera que sean las circunstancias a vivir, que las personas alteren este legado familiar”.
Jugar no es acompañar a tus hijos, no es mirar como juegan, no es ayudar. Jugar exige algo más: implica diversión, disfrute, participación plena... Para los niños el juego, más que una forma de evitar el aburrimiento, es una manera de expresarse. Compitiendo o colaborando, luchando o estableciendo reglas, los niños nos dicen mucho de lo que piensan y de cómo quieren relacionarse con los demás. Como padres no podemos pasar por alto las grandes posibilidades de comunicación y encuentro que nos da el juego. Aquí no valen las excusas de que “estoy cansado después de tanto trabajo”. Jugar con un niño es más relajante y divertido que ver la televisión. No es una actividad que requiera esfuerzo pero sí ganas.
Darle un juego al niño y dejar de preocuparnos un rato es necesario en algunos momentos, pero no debe ser la norma habitual. El juego no nos libra del niño, nos muestra cómo es, qué es lo que le hace disfrutar, qué capacidad tiene para inventar y buscar soluciones creativas, si le cuesta tomar decisiones…
La demostración del afecto, del cariño, del malestar; en definitiva, la demostración de las emociones dentro de la familia mediante una buena comunicación, es síntoma de un buen clima familiar. El juego y el juguete se han revelado como unos excelentes aliados de los padres para mantener esta comunicación. A lo largo de todos estos años, muchos son los estudios que han demostrado la validez del juego y el juguete, tanto como actividad natural y propia de la infancia, como actividad didáctica al servicio del aprendizaje y el desarrollo del niño.
Jugar es una excelente posibilidad, una excelente “técnica” al servicio de los padres, para fomentar en los niños las actitudes necesarias y para que administren su tiempo de ocio de un modo positivo. Además de ser un juego en sí, es una perfecta acción familiar:
• Jugar es una acción divertida y placentera que favorece el desarrollo de actitudes lúdicas ante la vida. • Jugar es la puerta de entrada y salida de la realidad. Permite a la persona ser libre, decidir ante situaciones ficticias sin que pase nada. • Jugar es hacer un ensayo de la realidad siendo consciente de lo ficticio de la situación, aunque la situación se viva de un modo muy real. Permite voluntariamente ser otro o ser uno mismo actuando de un modo diferente o en otras circunstancias. • Jugar supone estar activo, tomar decisiones, implicarse y estar motivado. • Jugar es mostrarse cada uno tal y como es, desde el interior de cada persona, desde su propio origen. • Jugar facilita el encuentro con los otros y con el entorno. Es uno de los actos sociales y socializadores por excelencia. • Jugar refuerza la capacidad empática de ponerse en el lugar del otro. Capacidad que por excelencia tiene la madre al percibir las necesidades y sentimientos de los hijos, y la capacidad de los hijos de percibir las preocupaciones, alegrías o inquietudes de sus padres. • Jugar evita momentos de aburrimiento, renueva energía, repone del cansancio y proporciona momentos de distensión y relajación.
Jugar desarrolla la capacidad de disfrutar, de “sacarle juego” a las cosas más cotidianas de la vida y hacer especiales momentos, que tal vez por sí mismos no dejarían de ser una actividad normal. Hablar de jugar juntos no significa necesariamente jugar en un espacio predeterminado. El juego puede nacer de cualquier momento, de cualquier circunstancia y en cualquier espacio. Un viaje, el camino hacia el colegio, una sala de espera, la cola del supermercado, una salida al campo o un paseo por la ciudad pueden ser un buen escenario para unos juegos de palabras o de ingenio, unas carreras, unos juegos de memoria, etc. En definitiva, todo espacio es adecuado para improvisar y provocar el acto de jugar. Toda ocasión es idónea para disfrutar jugando. Planificar juntos las actividades desde que son pequeños ayudará a encontrar el equilibrio entre el tiempo para todos y el tiempo de uno mismo. Además, permitirá a los padres descubrir qué actividades les gustan, les interesa o les aburren. Por otro lado, planificar lo que vamos a hacer juntos, les hará sentir partícipes de las acciones familiares y se sentirán parte implicada de la familia.
Algunas ideas… Adivinar los colores (2 - 5 años) Muy útil en supermercados, salas de espera... Potencia el aprendizaje de los colores y las relaciones entre las cosas. Necesitamos varios objetos de colores básicos. Se coge un color y se pide que diga todos los objetos que ve de ese color. O también se pueden coger unos cuantos objetos de varios colores y se tapan con un trapo. Se saca uno y se pregunta de qué color es, que traiga otros objetos de ese color, que diga o recuerde cosas de ese color... Puedes cambiarlo (3 - 8 años) Potencia el pensamiento lógico. Consiste en decir frases y que los niños decidan si los objetos o actos se pueden cambiar. Por ejemplo "el color de los ojos" (no se puede cambiar); "las plantas de un jardín" (sí se pueden cambiar).
Jugar ¿hasta cuándo?
Los roles de los adultos en la familia, en relación al juego compartido con los hijos, van cambiando a lo largo del crecimiento. A lo largo de toda la vida el papel de los padres es ayudar en el desarrollo de sus hijos. Respecto al juego, durante la primera infancia, la ayuda es la función más importante.
- De 0 a 2 años: Jugar juntos es la mejor forma de conoceros mutuamente, ya que el juego para los niños es una forma de expresión y comunicación, de aumentar su autoestima y estrechar vuestros vínculos afectivos. En la edad temprana ayudaremos a que vaya acercándose al mundo a través de sus sentidos, a que extraiga todas las posibilidades lúdicas de un juguete, en definitiva; a que descubra nuevas experiencias. Nuestro papel de ayuda se referirá más a motivar y a favorecer un tipo de juego determinado.
- De 3 a 4 años: Acompañaremos más en el juego. Seguiremos guiando y motivando, pero jugaremos compartiendo, no sólo ayudando. En esta edad, la clave para jugar con ellos es la imaginación: es necesario ser capaz de transformarse en lobo, en pirata... y asumir papeles de la vida real: peluquero, médico... Jugar a hacer como sí... - A partir de los 6-7 años: El compartir se convierte en algo más. Es colaborar, es competir, es favorecer un juego en el que permitamos a nuestros hijos que se sientan más iguales en el juego, donde respetemos las normas y ayudemos a que se respeten. Donde ellos puedan mostrarse tal como son.
- A partir de los 9 años: Nos convertiremos en auténticos compañeros de juego. Ya no es tan importante el que motivemos, sino el que nos perciban como jugadores entregados, tanto a la competición como a la cooperación.
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