FORO DEBATE Para que ustedes comenten en el blog sus opiniones.
1. SITUACIONES DE VIDA
“Jorge siempre hace lo que quiere. Siempre tiene la última palabra. No sé qué pintamos nosotros” (La madre al padre).
“Parece mentira, pero cuando yo digo que nuestro hijo ha de hacer algo, tú siempre te pones de su lado y no hay modo de ponernos de acuerdo. Total, que el niño hace lo que quiere” (El padre a la madre).
“Por mucho que tú lo digas, no pienso ponerme esta falda. Quiero los vaqueros...” (Mercedes, 8 años).
“No entiendo nada. Ahora parece que en la escuela ya no se preocupan de educar a los niños y niñas. Mi nieto habla de cualquier manera con sus profesores y profesoras. No hay aquel respeto que había antes...” (Abuelo de 65 años que ejerce de canguro permanente).
“No quiero a Sergio en clase hasta que no pida disculpas, cumpla el castigo y sus padres hayan hablado conmigo” (Ana, profesora de 5º de Primaria).
“De acuerdo, me tratas como un amigo, pero no olvides que soy tu padre” (Al hijo de 15 años).
“Esto es lo que piensas tú que me conviene. Y como eres mi padre, crees que no te puedes equivocar” (Hija de 13 años a su padre).
2. DE QUÉ HABLAMOS
Una de las definiciones de “Autoridad” es “el poder de mandar, de dirigir. Cualidad del que sabe hacer que le obedezcan”. Aquí hablamos de la autoridad de los padres y de las personas (abuelos, parientes, profesorado...) que intervienen en el proceso madurativo y educativo de los niños y adolescentes que permite orientar la educación de los hijos y también hablamos del respeto de los hijos hacia los padres y los educadores. No nos ocuparemos, por tanto, de otros aspectos de la autoridad en otros campos de la actividad social.
No hablamos del autoritarismo que implica la sumisión incondicional a la autoridad que se practica a veces por parte de los padres en casa y que no permite el crecimiento y la realización como persona del que obedece. La educación y el crecimiento personal de los hijos necesita un clima de seguridad (que proviene de una autoridad bien entendida), de confianza y de libertad.
La autoridad bien ejercida en la familia general seguridad, puesto que proporciona a los hijos unos puntos de referencia claros y confianza en las indicaciones de los padres. La auténtica autoridad es la que es aceptada, la que provoca el reconocimiento del otro.
Una cuestión importante es que la autoridad de los padres debe ejercerse desde el inicio de la vida de los niños y no es una responsabilidad que se deba estrenar con el inicio de la adolescencia. Los estudiosos afirman que los años más importantes para la maduración y la educación de los niños y niñas son los primeros 6-8 años. Es ya en este momento de establecimiento de hábitos y de normas cuando se necesita el ejercicio de la autoridad de los padres y las madres. La actuación de los padres con los hijos durante los primeros años en situaciones de la vida cotidiana como el mantenimiento del orden en las cosas, la colaboración en las pequeñas tareas domésticas, el uso prudente de la televisión y del ordenador, la forma de jugar con los hermanos o amigos, aprender a comer de todo... es clave para establecer un marco de actuación.
3. CÓMO AFECTA LA CUESTIÓN A LOS PADRES
En nuestra sociedad, la autoridad tiene mala prensa. A los mayores les recuerda un tiempo en el cual el ciudadano normal no tenía reconocidos sus derechos. La autoridad en la sociedad civil, militar y/o religiosa representaba el poder absoluto.
Es interesante indicar que la autoridad de los padres tiene poco que ver con la autoridad y el poder de la sociedad, puesto que se basa en el amor, el cariño y el cuidado mutuos. No es el resultado de unas votaciones y se concreta en el día a día, dando puntos de referencia, estableciendo un diálogo permanente. Ello no impide, como pasa en toda relación humana, que de vez en cuando puedan surgir conflictos que tienen que resolverse.
En el ámbito personal, que incluye el familiar, con demasiada frecuencia la autoridad se había vivido como un sufrimiento: ¡lo que tenían que hacer los niños era escuchar y hacer lo que decían los padres! No había espacio para la reflexión crítica ni para la adhesión voluntaria.
La democracia ha introducido cambios importantes en la relación entre los poderes públicos y los ciudadanos y ciudadanas, entre los miembros de la misma familia, en las relaciones educativas en el marco escolar... El principio de autoridad ha entrado en crisis como tantos otros valores y las relaciones interpersonales se producen en un marco más igualitario en el cual los razonamientos y, especialmente, las experiencias anteriores, la trayectoria de la relación..., otorgan o restan autoridad. Aunque no hay que pensar que todos los problemas entre padres e hijos pueden resolverse sólo hablando: en más de una ocasión será necesario que los padres digan la última palabra, precisamente basándose en el amor que sienten por sus hijos y en su bien.
En este sentido, un aspecto relevante del ejercicio de la autoridad de los padres es la necesidad de marcar límites que vienen determinados por los valores que pretendemos transmitir. Y esto significa que, en algunos momentos, el mantenimiento de los límites puede provocar un cierto sufrimiento tanto a los padres como a los hijos. Pueden producirse situaciones difíciles que impliquen falta de comunicación, malhumor...
Por otro lado, la incorporación de la madre al mercado laboral, la precariedad laboral, la necesidad de trabajar con horarios que dificultan la relación continuada con los hijos..., provocan una dinámica familiar que no favorece una relación natural y, por lo tanto, una percepción equilibrada de la autoridad:
• con demasiada frecuencia, los abuelos son los canguros oficiales y sobre ellos recae un exceso de responsabilidades educativas,
• se produce un movimiento de transferencia a la escuela de buena parte de las responsabilidades propias de los padres para con los hijos,
• los padres son conscientes de la falta de tiempo dedicado a los hijos y, desde una cierta mala conciencia, a veces toman la postura de no contrariar a los hijos, no ser críticos con sus comportamientos egoístas o poco solidarios, tienen miedo a ejercer su autoridad para no frustrarles...
• en poco tiempo, se ha pasado de un sistema autoritario de los padres a un cierto contrato tácito según el cual cada uno hace lo que quiere. A menudo, los padres, por miedo al conflicto, se rinden y dejan de asumir sus responsabilidades educativas.
Por último, cabe indicar que la sociedad en la que actualmente tenemos que educar se caracteriza por su heterogeneidad de modo que los mensajes de la TV, la prensa, los valores de las familias de los amigos de nuestros hijos... pueden ser muy diferentes a los nuestros. Esta realidad implica que los padres no tienen que improvisar permanentemente, sino todo lo contrario: tienen que tener muy claro cuáles son los referentes más importantes. Más de una vez toca decir a los hijos: “Lo sentimos, pero en casa es diferente.”
4. POSIBLES RESPUESTAS DE LOS PADRES
En este nuevo escenario se tiene que volver a situar y a pensar el papel educativo de la autoridad en cada uno de los ámbitos educativos y en los diferentes estados madurativos de los hijos. La autoridad se manifiesta claramente educativa cuando va acompañada de una dosis importante de flexibilidad, de manera que con los diferentes hijos o en momentos distintos tiene que ejercerse de diferente manera.
Algunos componentes personales de los padres, la convicción profunda respecto de los propios valores, el tono de voz, el equilibrio en la exigencia..., son también factores a tener en cuenta.
Como consideración general, puede decirse que no se trata simplemente de dar órdenes e indicaciones y pasar a otra cosa. Las órdenes han de ir acompañadas de argumentos positivos, han de generar confianza, y ser en general, aceptadas de buen grado. Ante las dificultades, los padres no pueden eludir sus responsabilidades aunque pueda resultar doloroso el mantenimiento de una decisión. Saber decir que no a tiempo y mantenerlo puede entrañar un gran valor de cara al futuro.
La autoridad de los padres tiene que ser realista con las condiciones y los entornos de los hijos. Es importante el seguimiento continuado de su crecimiento, conocer los ambientes, las amistades, los intereses...para que la respuesta de los padres a los problemas sea fruto del conocimiento y no de la improvisación.
En una sociedad que invita constantemente al placer, al individualismo, a la comodidad..., la tarea de los padres se presenta como un reto para educar en el valor del esfuerzo, del trabajo bien hecho, de la solidaridad; y en este aprendizaje, la autoridad de los padres se revela como herramienta imprescindible.
La autoridad invita a crecer, aconseja y ayuda a dar pasos adelante: son los hijos los que avanzan, los auténticos protagonistas de su crecimiento como personas.
El objetivo final del ejercicio de la autoridad de los padres es la consecución de la plena autonomía de los hijos. En la misma medida que los hijos asumen sus responsabilidades, va desapareciendo la necesidad de la autoridad de los padres. La estrategia más eficaz, cuando son mayores, es una retirada gradual de la intervención de los padres para facilitar la asunción responsable de los hijos.
5. CÓMO PODEMOS AYUDAR
Parece oportuno indicar algunos ejes fundamentales para ejercer la autoridad de manera adecuada y para que resulte educativa:
Tiempo. La educación exige tiempo y, en la medida en que la autoridad se manifiesta en pequeñas decisiones cotidianas, es necesario que los padres se reserven tiempo para estar, hablar, comentar con los hijos. Esto se puede conseguir introduciendo cambios organizativos en ciertos hábitos:
• Trabajar menos horas aunque eso signifique ganar menos dinero.
• No utilizar a los abuelos o a personal externo en la atención a los hijos, a menos que sea necesario.
• No encender la TV durante las comidas para favorecer el diálogo.
Diálogo. La autoridad de los padres tiene que ir acompañada de diálogo. No se trata de conseguir la sumisión a un poder lejano que se impone sin más. El diálogo favorece el ejercicio de una autoridad con la suficiente flexibilidad como para que los padres reconozcan sus errores (“Perdona, pero ayer tenías razón”) y aceptar con normalidad las excepciones a la regla general. Una autoridad dialogante por parte de los padres acepta que el hijo tenga razón cuando efectivamente la tiene.
Coherencia. Lo que hoy es negro no puede ser blanco mañana. Es fundamental que desde muy pequeños, los niños y niñas se den cuenta de cuáles son los mensajes, los valores importantes, los comportamientos positivos. Y, en este sentido, tiene que haber un acuerdo de principios básicos entre los padres. Es profundamente antieducativo manifestar discrepancias importantes delante de los hijos en temas de carácter educativo.
Perseverancia. La educación es un proceso que dura toda la vida y necesita que el esfuerzo educativo se produzca con continuidad. Con harta frecuencia los padres tienen la tentación de pensar que no hay nada que hacer, que es mejor dejar el hijo o la hija se lo encuentre...
Oportunidad. A nadie le gusta que le indiquen lo que tiene que hacer y menos cada día y a cada hora. La auténtica autoridad delos padres favorece la existencia de espacios de libertad en los que los hijos tienen que optar y comprobar el resultado de sus decisiones al margen de los padres...
Jerarquía de valores. El esfuerzo y la autoridad tienen que centrarse en las cuestiones realmente importantes. Con demasiada frecuencia los padres y las madres dan importancia desproporcionada a aspectos secundarios. Es fundamental seleccionar las cuestiones importantes y jugar fuerte.
Colaboración padres-escuela. Aunque la responsabilidad primera y principal de la educación de los hijos es de los padres, la escuela ejerce un papel muy importante en la educación sobre la autoridad, porque es el primer lugar donde se produce su socialización.
Tiene mucho interés educativo que los hijos perciban un clima de confianza mutua entre los padres y la escuela. En ningún momento pueden los padres desautorizar al profesorado delante de los hijos. En todo caso, las dificultades tienen que hablarse directamente con la escuela.
6. CUESTIONARIO
1. ¿Qué entendemos por autoridad? ¿La consideramos necesaria?
2. ¿Estamos convencidos de que es imprescindible para el equilibrio de nuestros hijos marcar unas pautas, unos límites?
3. ¿Recordamos alguna ocasión en la que hayamos vivido una falta de respeto, un trato demasiado “de colegas” de nuestros hijos hacia nosotros? ¿Cuál fue nuestra reacción?
4. Con frecuencia, pero sobre todo en la adolescencia, la autoridad comporta conflictos, ¿estamos dispuestos educar en el conflicto?
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