miércoles, 16 de junio de 2010
ASAMBLEA DE CLAUSURA
viernes, 21 de mayo de 2010
Construyamos hijos luchadores, no debiluchos sobreprotegidos.
Hace unos siglos un famoso pensador griego dijo: "Lo único permanente es que vivimos en un mundo de cambios"
Debemos preparar a nuestros hijos para el mundo del futuro, no el mundo de nuestros padres ni el nuestro. En este mundo actual lo determinante para triunfar será el carácter, no exactamente el conocimiento, como muchos pudiéramos creer. Tener temple, salir de fracasos adecuadamente, hacer de los fracasos un desafío y no una tragedia..., eso será lo que buscarán los seleccionadores de personal.
Para los trabajadores independientes será un auto requisito.
Un hijo forjará carácter si percibe claramente la autoridad de los padres. Con presencia de autoridad los niños y jóvenes a su vez actuarán con autoridad para resolver sus problemas; actuarán por determinaciones. Sin presencia de autoridad nuestros hijos serán débiles de carácter y actuarán por impulsos con los consecuentes problemas de adaptación.
¿Exceso de autoridad? Siempre será mejor exceso que falta de autoridad. El límite de autoridad lo pone la siguiente regla: "La autoridad no debe humillar". Básicamente lo que es el niño o el joven hoy será el adulto del mañana. De vez en cuando hay que mirar al hijo como un adulto potencial.
¿Queremos que nuestros hijos no sufran? Entonces hay que prepararlos para sufrir. No podemos estarle evitando todo el tiempo todo posible sufrimiento ¿si no cuándo aprenderá? Debe comprender la muerte, los problemas de la vida, los problemas en el trato de sus congéneres. No debemos resolverles todos los problemas, hay que ayudarlos a que poco a poco los resuelvan ellos mismos. Nadie logra metas exitosas y duraderas sin un poco de sufrimiento. ¿Alguien imagina a un campeón de atletismo que no sufra para lograr sus marcas? Eso se aplica a todo tipo de campeón y a todo tipo de actividad. Siempre hay que pensar que, en parte, no queremos que ellos sufran para no sufrir nosotros, pero les hacemos un daño con miras al futuro.
Hay que enseñarles a hacer ESFUERZOS SUPLEMENTARIOS. Que sepan que siempre se puede un poquito más. Recuerda que nadie recoge su cosecha sin sembrar muchas semillas y abonar mucha tierra.
Es muy importante enseñarles a carecer, es decir a "sentir la falta de" y arreglárselas por sí mismos. Hay chicos que no juegan su deporte si no tienen zapatillas de "marca". Si no aprendes a carecer no aprendes a arreglártelas. Aunque tengamos para darles el 100%, los chicos deben saber el valor de las cosas. Si no lo hacen de chicos, les será muy difícil de adultos y allí sí que van a sufrir y nosotros también con ellos. ¿Cómo les enseñamos a carecer? ¡Dándoles un poquito menos de lo que necesitan! ¡No hay otra manera! Si no ¿cómo sienten la falta de? Así aprenden a apreciar lo que tienen. Aprenden a no ser ingratos. Aprenden a gozar de la vida porque muchas veces se goza en las cosas sencillas. Aprenden a no ser quejosos.
Una excelente escuela para aprender a carecer (sin morir en el intento) es la mesa del hogar, la comida. ¿Qué debemos darles de comer? ¡Lo que nosotros decidamos que es bueno para ellos! Es no sólo por su bien estomacal, sino que es una excelente forma de que aprendan a carecer, que no sean ingratos, que no sean quejosos. "Mami... no me gustan las lentejas". Si quieren hacerles un bien para la vida, denles las lentejas. Habrá berrinches, no se exalten (autoridad no es gritar), que no coma si no quiere, pero cuando le vuelva el hambre: ¡SORPRESA! ... ¡Las lentejas del refrigerador calentadas!
Parece increíble, pero si no hacemos este tipo de cosas no se podrá adaptar. La comida es una buena escuela del carecer, pues así no serán quisquillosos en sus relaciones sociales, en el trabajo y en el mundo real.
También hay que educarlos en el servicio. Una familia normal es un equipo de trabajo con pocas tareas: tender la cama, limpiar los cuartos, lavar los platos, pintar la casa, etc. Hay que educarlos para que realicen labores de hogar, aunque lo hagan mal al principio. Si no hacen este tipo de servicios luego tendrán problemas. Las escuelas más importantes de liderazgo del mundo enseñan a los jóvenes a carecer, para que sepan y entiendan el mundo y lo puedan liderar.
¿Mesadas? Que sean una cantidad fija, más bien, semanales y algo menos de lo que creen que necesitan. Así aprenden a administrar el dinero. Claro que se deben aceptar excepciones, pero conversadas serenamente.
Construyamos hijos luchadores, no debiluchos sobreprotegidos. Que se superen a sí mismos. Que tomen los problemas como desafíos para mejorar. Recuerden que nadie alcanza altura con un solo vuelo. También hay que ilusionarlos con ideales, metas futuras, sueños para que sean buenos de corazón. Importante también es estar convencidos de que triunfador no equivale a tener "dinero o propiedades" , triunfadores son aquellos que son felices con lo que hacen, con su vida. Solamente así podrán hacer felices a otros.
Los hijos con carácter templado, conocimiento del carecer, educados en el servicio y plenos de amor e ilusiones serán hijos triunfadores.
Los padres tenemos la gran responsabilidad de criar hijos que transformen nuestro país, en uno donde reine la libertad, la abundancia, la justicia y sobre todo la felicidad.
"El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas." William George Ward
domingo, 25 de abril de 2010
DESARROLLO DEL NIÑO EN EL PERIODO ESCOLAR
Alejandra Guerrero Universidad Católica de Chile
El período de desarrollo que va de los seis a los doce años, tiene como experiencia central el ingreso al colegio. A esta edad el niño debe salir de su casa y entrar a un mundo desconocido, donde aquellas personas que forman su familia y su mundo hasta ese momento, quedan fuera. Su éxito o fracaso en este período va a depender en parte de las habilidades que haya desarrollado en sus seis años de vida anteriores. Este hecho marca el inicio del contacto del niño con la sociedad a la que pertenece, la cual hace exigencias que requieren de nuevas habilidades y destrezas para su superación exitosa, y es, a través del colegio, que se le van a entregar las herramientas necesarias para desenvolverse en el mundo adulto. El colegio puede ser una prueba severa de si se han logrado o no las tareas del desarrollo de las etapas anteriores, ya que el período escolar trae a la superficie problemas que son el resultado de dificultades previas no resueltas.
La entrada al colegio implica que el niño debe enfrentar y adecuarse a un ambiente nuevo en el cual deberá lidiar con demandas desconocidas hasta ese momento para él, aprender las expectativas del colegio y de sus profesores y lograr la aceptación de su grupo de pares. La adaptación y ajuste que el niño logre a este nuevo ambiente, como veremos posteriormente, tiene una importancia que trasciende lo inmediato. El grado en que el niño se considera confortable e incluido en el colegio es expresión del éxito en su adaptación. Reacciones como ansiedad, evitación o actitudes negativas pueden ser signos tempranos de dificultades en su ajuste y que pueden tornarse en problemas futuros.
Por otro lado, la relación con los padres cambia, iniciándose un proceso gradual de independencia y autonomía, y aparece el grupo de pares como un referente importante y que se va a constituir en uno de los ejes centrales del desarrollo del niño en esta etapa.
El desarrollo del niño lo podemos separar por áreas; sin embargo existe una estrecha relación entre los aspectos intelectual, afectivo, social y motor. Lo que vaya ocurriendo en un área va a influir directamente el desarrollo en las otras, ya sea facilitándolo o frenándolo o incluso anulándolo, y provocando el regreso del niño a conductas o actitudes ya superadas.
I. Área motora
El relación al crecimiento físico, entre los 6 y 12 años, comienza a disminuir su rapidez. En términos generales, la altura del niño en este período aumentará en 5 o 6% por año, y el peso se incrementará en aproximadamente un 10% por año. Los niños pierden sus dientes de leche y comienzan a aparecer los dientes definitivos.
Muchas niñas comienzan a desarrollar entre los 9 y 10 años las características sexuales secundarias, aún cuando no están en la adolescencia.
Por otro lado, los niños de esta edad se vuelven más fuertes, más rápidos, hay un continuo perfeccionamiento de su coordinación: muestran placer en ejercitar su cuerpo, en probar y aprender nuevas destrezas. Su motricidad, fina y gruesa, en esta edad muestra todas las habilidades posibles, aún cuando algunas de ellas aún sean ejecutadas con torpeza.
II. Área cognitiva
En el ámbito cognitivo, el niño de seis años entra en la etapa que Piaget ha denominado OPERACIONES CONCRETAS. Esto significa que es capaz de utilizar el pensamiento para resolver problemas, puede usar la representación mental del hecho y no requiere operar sobre la realidad para resolverlo. Sin embargo las operaciones concretas están estructuradas y organizadas en función de fenómenos concretos, sucesos que suelen darse en el presente inmediato; no se puede operar sobre enunciados verbales que no tengan su correlato en la realidad. La consideración de la potencialidad (la manera que los sucesos podrían darse) o la referencia a sucesos o situaciones futuros, son destrezas que el individuo logrará al llegar a la adolescencia, al tiempo de llegar a las operaciones formales.
Uno de los principales hitos del desarrollo intelectual mencionado en la Teoría de Piaget, es que el niño alcanza en este período del desarrollo, la noción de CONSERVACIÓN, es decir, es la toma de conciencia de que dos estímulos, que son iguales en longitud, peso o cantidad, permanecen iguales ante la alteración perceptual, siempre y cuando no se haya agregado ni quitado nada.
Existen varios principios que van a caracterizar la forma en que los niños de esta edad piensan:
- IDENTIDAD: Es la capacidad de darse cuenta de que un objeto sigue siendo el mismo aún cuando tenga otra forma.
- REVERSIBILIDAD: Es la capacidad permanente de regresar al punto de partida de la operación. Puede realizarse la operación inversa y restablecerse la identidad .
- DESCENTRADO: Puede concentrarse en más de una dimensión importante. Esto se relaciona con una disminución del egocentrismo. Hasta los seis años el niño tiene un pensamiento egocéntrico, es decir, no considera la posibilidad de que exista un punto de vista diferente al de él. En el período escolar va a ser capaz de comprender que otras personas pueden ver la realidad de forma diferente a él. Esto se relaciona con una mayor movilidad cognitiva, con mayor reflexión y aplicación de principios lógicos.
- En términos generales el niño en esta edad va a lograr realizar las siguientes operaciones intelectuales: clasificar objetos en categorías (color, forma, etc.), cada vez más abstractas.
- ordenar series de acuerdo a una dimensión particular (longitud, peso, etc.)
- trabajar con números
- comprender los conceptos de tiempo y espacio
- distinguir entre la realidad y la fantasía
Por otro lado, hay un perfeccionamiento de la memoria, tanto por que aumenta la capacidad de ella, como porque mejora la calidad del almacenamiento y la organización del material. Se enriquece el vocabulario, hay un desarrollo de la atención y la persistencia de ella, en la tarea. El lenguaje se vuelve más socializado y reemplaza a la acción.
III. Área emocional y afectiva
La etapa escolar, se caracteriza en lo afectivo, por ser un periodo de cierta calma. La mayor parte de la energía del niño está volcada hacia el mejoramiento de si mismo y a la conquista del mundo. Hay una búsqueda constante de nuevos conocimientos y destrezas que le permitan moverse en el futuro en el mundo de los adultos.
De acuerdo a la teoría de Erickson la crisis de esta etapa es Industria v/s Inferioridad, e implica el logro del sentimiento de la Competencia. El tema central es el dominio de las tareas que se enfrentan, el esfuerzo debe estar dirigido hacia la productividad y, por lo tanto, se debe clarificar si se puede realizar este tipo de trabajo. El niño debe desarrollar sus cualidades corporales, musculares y perceptivas, debe alcanzar progresivamente un mayor conocimiento del mundo al que pertenece y en la medida en que aprende a manejar los instrumentos y símbolos de su cultura, va desplegando el sentimiento de competencia y reforzando su idea de ser capaz de enfrentar y resolver los problemas que se le presentan. El mayor riesgo en esta etapa es que el niño se perciba como incapaz o que experimente el fracaso en forma sistemática, ya que esto va dando lugar a la aparición de sentimientos de inferioridad, los cuales van consolidándose como eje central de su personalidad. Los hitos centrales de esta etapa, son el desarrollo del autoconcepto y la autoestima del niño.
Autoconcepto
Es el sentido de sí mismo. Se basa en el conocimiento de lo que hemos sido y lo que hemos hecho y tiene por objetivo guiarnos a decidir lo que seremos y haremos. El conocimiento de sí mismo se inicia en la infancia en la medida en que el niño se va dando cuenta de que es una persona diferente de los otros y con la capacidad de reflexionar sobre sí mismo y sus acciones. A los 6-7 años comienza a desarrollarse los conceptos del:
- yo verdadero, quien soy
- yo ideal, quien me gustaría ser, estructura que incluye los debe y los debería, los cuales van a ayudarlo a controlar sus impulsos. Esta estructura va integrando las exigencias y expectativas sociales, valores y patrones de conducta
Estas dos estructuras en la medida en que se van integrando, deben ir favoreciendo el control interno de la conducta del niño
Autoestima
Esta es la imagen y el valor que se da el niño a sí mismo. Es una dimensión afectiva y se construye a través de la comparación de la percepción de sí mismo y del yo ideal, juzgando en qué medida se es capaz de alcanzar los estándares y expectativas sociales. La autoestima se basa en:
- significación: que es el grado en que el niño siente que es amado y aceptado por aquéllos que son importantes para él.
- competencia: es la capacidad para desempeñar tareas que consideramos importantes.
- virtud: consecución de los niveles morales y éticos.
- poder: grado en que el niño influir en su vida y en la de los demás.
La opinión que el niño escuche acerca de sí mismo, a los demás va a tener una enorme trascendencia en la construcción que él haga de su propia imagen. La autoestima tiene un enorme impacto en el desarrollo de la personalidad del niño. Una imagen positiva puede ser la clave del éxito y la felicidad durante la vida.
IV. Área social
La etapa escolar también está marcada en el área social por un cambio importante. En este período existe un gran aumento de las relaciones interpersonales del niño; los grupos de amistad se caracterizan por ser del mismo sexo. Entre los escolares pequeños (6 y 7 años), hay mayor énfasis en la cooperación mutua, lo que implica dar y tomar, pero que todavía está al servicio de intereses propios (nos hacemos favores). En los escolares mayores (8 a 10 años), la amistad se caracteriza por relaciones más intimas, mutuamente compartidas, en las que hay una relación de compromiso, y que en ocasiones se vuelven posesivas y demandan exclusividad.
El grupo de pares, en los escolares, comienza a tener una centralidad cada vez mayor para el niño, ya que es en la interacción con ellos donde descubren sus aptitudes y es con ellos con quienes va a medir sus cualidades y su valor como persona, lo que va a permitir el desarrollo de su autoconcepto y de su autoestima. Las opiniones de sus compañeros acerca de sí mismo, por primera vez en la vida del niño, van a tener peso en su imagen personal.
El intercambio con los compañeros permite al niño poder confrontar sus opiniones, sentimientos y actitudes, ayudándole a examinar críticamente los valores que ha aceptado previamente como incuestionables de sus padres, y así ir decidiendo cuáles conservará y cuales descartará. Por otro lado, este mayor contacto con otros niños les da la oportunidad de aprender cómo ajustar sus necesidades y deseos a los de otras personas, cuándo ceder y cuándo permanecer firme.
El aspecto negativo en este ámbito es que los niños de esta edad son muy susceptibles a las presiones para actuar de acuerdo con los pares. Esto principalmente afecta a los niños de baja autoestima y habilidades sociales poco desarrolladas. En términos generales, la relación con los pares, contrapesa la influencia de los padres, abriendo nuevas perspectivas y liberando a los niños para que puedan hacer juicios independientes.
Existe consenso en que el logro de relaciones positivas con pares y la aceptación por parte de ellos, no son sólo importantes socialmente para los niños sino también dan un pronóstico acerca de su ajuste social y escolar posterior. El aislamiento social, durante el periodo escolar es un indicador importante de desajuste o trastorno emocional.
Con respecto a los padres, el niño va aumentando su nivel de independencia y distancia, como consecuencia de su madurez física, cognitiva y afectiva. El tiempo destinado por los padres a cuidar a los niños entre 6 y 12 años es menos de la mitad de lo que ocupan cuando son preescolares. Sin embargo, los padres siguen siendo figuras muy importantes; los niños se dirigen a ellos en busca de afecto, guía, vínculos confiables y duraderos, afirmación de su competencia y valor como personas
Progresivamente, se va tendiendo a una corregulación de la conducta del niño, entre él y sus padres. Éstos realizan una supervisión general en el control, y el hijo realiza un control constante. La eficiencia de esta regulación está determinada por la claridad de la comunicación entre padres e hijos, las reglas claras, sistemáticas y consistentes.
Los profesores comienzan en este período a tener una mayor importancia, se convierten en sustitutos de los padres en el colegio; sin embargo el valor que le asignen al niño va a estar dado por la demostración de sus capacidades. Los profesores imparten valores y transmiten las expectativas sociales al niño y a través de su actitud hacia él colabora en el desarrollo de su autoestima.
Se ha demostrado que aquellos profesores que muestran confianza en la capacidad del niño, incentivan el trabajo y el desarrollo de potencialidades en el niño, a la vez que favorecen un autoconcepto y una autoestima positivos.
Otro elemento del área social es el juego. El rol del juego es dar oportunidades de aprendizaje. En él, el niño puede ir ganando confianza en su habilidad para hacer una variedad de cosas, entra en contacto con el grupo de pares y se relaciona con ellos, aprendiendo a aceptar y respetar normas. El juego ofrece modos socialmente aceptables de competir, botar energía reprimida y actuar en forma agresiva. Durante este período, hay dos tipos de juegos que predominan:
- juego de roles: (6-7 años) tiene un argumento que representa una situación de la vida real. Se caracteriza por ser colectivo, tener una secuencia ordenada y una duración temporal mayor. Hay una coordinación de puntos de vista, lo que implica una cooperación. El simbolismo aquí se transforma en colectivo y luego en socializado, es una transición entre el juego simbólico y el de reglas.
- juego de reglas: (8-11 años) implica respeto a la cooperación social y a las normas, existiendo sanción cuando ellas se transgreden. Este juego es el que va a persistir en la adultez.
V. Área moral y sexual
En esta etapa comienza la aparición de la moral vinculada a la consideración del bienestar del otro, lo que puede ocurrir debido al desarrollo cognitivo que se produce en esta edad y que permite que el niño considere puntos de vista diferentes a los suyos, producto de la disminución del egocentrismo de etapas anteriores. Esto implica que el niño puede imaginar cómo piensa y siente otra persona.
Moral de Cooperación o Autónoma: Se caracteriza por cierta flexibilidad, por la capacidad de darse cuenta de los diferentes puntos de vista. Logra hacer juicios más sutiles que incluyen las intenciones del que cometió la falta y no tan sólo las consecuencias del hecho. Los juicios de niños menores solamente consideran el grado de la falta.
Respecto al ámbito sexual: hace algunas décadas se consideraba que esta etapa se caracterizaba por la ausencia absoluta de interés sexual; sin embargo en la actualidad se ha constatado que se mantiene cierto interés por parte de los niños, tanto en preguntar y hablar acerca del tema como por experimentar y participar en juegos sexuales, pero la intensidad y el tiempo destinados a ellos son notoriamente menores que en la etapa anterior y a los que se va a destinar durante la adolescencia. Esto ocurre debido a que el foco central del niño durante la niñez intermedia está puesto en el aprendizaje y adquisición de herramientas que le permitan integrarse al mundo adulto.
VI. Conclusiones
Podríamos resumir esta etapa de acuerdo a las tareas que el niño debe lograr:
- Iniciar un proceso gradual de autonomía e independencia de los padres, que le permita integrarse a nuevos ambientes.
- Integrarse a su grupo de pares, lo cual se ve reflejado en su participación en juegos colectivos, su capacidad de establecer vínculos con otros niños y su percepción de ser aceptado por ellos.
- Desarrollo de sentimientos de competencia y capacidad, realistas, es decir que incluyan información tanto acerca de sus habilidades como de sus dificultades, enfatizando en éstas las estrategias de enfrentamiento. El niño debe ser persistente, emprendedor.
- Motivation por aprender.
- Aprender los conocimientos que se requieren para su desenvolvimiento en el mundo adulto.
- Aprender a regular su conducta de acuerdo a la situación en la que se encuentra.
- Adaptarse a normas sociales.
- Ir, progresivamente, siendo capaz de integrar los diversos puntos de vista en sus reflexiones.
miércoles, 21 de abril de 2010
Crisis de los 6 años: un pequeño adolescente
viernes, 16 de abril de 2010
LOS NIÑOS Y LA "CAJA TONTA"
El mirar televisión es uno de los pasatiempos más importantes y de mayor influencia en la vida de niños y adolescentes. Los niños en los Estados Unidos miran la televisión durante un promedio de tres a cuatro horas al día. Para el momento en que se gradúan de la escuela secundaria habrán pasado más tiempo mirando televisión que en el salón de clase. Mientras la televisión puede entretener, informar y acompañar a los niños, también puede influenciarlos de manera indeseable.
El tiempo que se pasa frente al televisor es tiempo que se le resta a actividades importantes, tales como la lectura, el trabajo escolar, el juego, la interacción con la familia y el desarrollo social. Los niños también pueden aprender cosas en la televisión que son inapropiadas o incorrectas. Muchas veces no saben diferenciar entre la fantasía presentada en la televisión y la realidad. Están bajo la influencia de miles de anuncios comerciales que ven al año, muchos de los cuales son de bebidas alcohólicas, comidas malsanas (caramelos y cereales cubiertos de azúcar), comidas de preparación rápida y juguetes. Los niños que miran demasiada televisión están en mayor riesgo de:
Sacar malas notas en la escuela. Leer menos libros. Hacer menos ejercicio. Estar en sobrepeso. La violencia, la sexualidad, los estereotipos de raza y de género y el abuso de drogas y alcohol son temas comunes en los programas de televisión. Los jóvenes impresionables pueden asumir que lo que se ve en televisión es lo normal, es seguro y es aceptable. Por consecuencia, la televisión también expone a los niños a tipos de comportamiento y acititudes que pueden ser abrumadores y difíciles de comprender.
Los padres pueden ayudar a sus hijos a tener experiencias positivas con la televisión. Los padres deben de:
Mirar los programas con los hijos. Escoger programas apropiados para el nivel
de desarrollo del niño.Poner límites a la cantidad de tiempo que
pasan ante la televisión (a diario y por semana).Apagar la televisión durante la horas de
las comidas y del tiempo de estudio.Apagar los programas que no les parezcan
apropiados para su niño.Además, los padres pueden hacer lo siguiente: no permitir a los niños mirar televisión por horas de corrido; al contrario, deben de seleccionar programas específicos para los niños. Seleccionen programas que sean adecuados para el nivel de desarrollo de su niño. Los programas de niños en la televisión pública son apropiados, pero las novelas, las comedias para adultos y los programas de conversación de adultos no lo son. Establezcan ciertos períodos cuando el televisor esté apagado. Las horas de estudio deben dedicarse al aprendizaje, no son para sentarse frente a la televisión mientras tratan de hacer la tarea. Las horas de las comidas son tiempo para conversar con otros miembros de la familia y no para mirar la televisión.
Estimule discusiones con sus hijos sobre lo que están viendo cuando están mirando un programa juntos. Señaleles el comportamiento positivo como la cooperación, la amistad y el interés por otros. Mientras están mirando, hágale conexiones con la historia, libros, lugares de interés y eventos personales. Hableles de sus valores personales y familiares y cómo se relacionan con lo que están viendo en el programa. Pidale a los niños que comparen lo que están viendo con eventos reales. Dejeles saber las verdaderas consecuencias de la violencia. Discuta con ellos el papel de la publicidad y su influencia en lo que se compra. Estimule a su niño para que se envuelva en pasatiempos, deportes y con amigos de su misma edad. Con la orientación apropiada, su hijo puede aprender a usar la televisión de una manera saludable y positiva.
Fuente:American Academy of Child and Adolescent Psychiatry (AACAP).
lunes, 12 de abril de 2010
LA AUTORIDAD CON LOS HIJOS, HOY
FORO DEBATE Para que ustedes comenten en el blog sus opiniones.
1. SITUACIONES DE VIDA
“Jorge siempre hace lo que quiere. Siempre tiene la última palabra. No sé qué pintamos nosotros” (La madre al padre).
“Parece mentira, pero cuando yo digo que nuestro hijo ha de hacer algo, tú siempre te pones de su lado y no hay modo de ponernos de acuerdo. Total, que el niño hace lo que quiere” (El padre a la madre).
“Por mucho que tú lo digas, no pienso ponerme esta falda. Quiero los vaqueros...” (Mercedes, 8 años).
“No entiendo nada. Ahora parece que en la escuela ya no se preocupan de educar a los niños y niñas. Mi nieto habla de cualquier manera con sus profesores y profesoras. No hay aquel respeto que había antes...” (Abuelo de 65 años que ejerce de canguro permanente).
“No quiero a Sergio en clase hasta que no pida disculpas, cumpla el castigo y sus padres hayan hablado conmigo” (Ana, profesora de 5º de Primaria).
“De acuerdo, me tratas como un amigo, pero no olvides que soy tu padre” (Al hijo de 15 años).
“Esto es lo que piensas tú que me conviene. Y como eres mi padre, crees que no te puedes equivocar” (Hija de 13 años a su padre).
2. DE QUÉ HABLAMOS
Una de las definiciones de “Autoridad” es “el poder de mandar, de dirigir. Cualidad del que sabe hacer que le obedezcan”. Aquí hablamos de la autoridad de los padres y de las personas (abuelos, parientes, profesorado...) que intervienen en el proceso madurativo y educativo de los niños y adolescentes que permite orientar la educación de los hijos y también hablamos del respeto de los hijos hacia los padres y los educadores. No nos ocuparemos, por tanto, de otros aspectos de la autoridad en otros campos de la actividad social.
No hablamos del autoritarismo que implica la sumisión incondicional a la autoridad que se practica a veces por parte de los padres en casa y que no permite el crecimiento y la realización como persona del que obedece. La educación y el crecimiento personal de los hijos necesita un clima de seguridad (que proviene de una autoridad bien entendida), de confianza y de libertad.
La autoridad bien ejercida en la familia general seguridad, puesto que proporciona a los hijos unos puntos de referencia claros y confianza en las indicaciones de los padres. La auténtica autoridad es la que es aceptada, la que provoca el reconocimiento del otro.
Una cuestión importante es que la autoridad de los padres debe ejercerse desde el inicio de la vida de los niños y no es una responsabilidad que se deba estrenar con el inicio de la adolescencia. Los estudiosos afirman que los años más importantes para la maduración y la educación de los niños y niñas son los primeros 6-8 años. Es ya en este momento de establecimiento de hábitos y de normas cuando se necesita el ejercicio de la autoridad de los padres y las madres. La actuación de los padres con los hijos durante los primeros años en situaciones de la vida cotidiana como el mantenimiento del orden en las cosas, la colaboración en las pequeñas tareas domésticas, el uso prudente de la televisión y del ordenador, la forma de jugar con los hermanos o amigos, aprender a comer de todo... es clave para establecer un marco de actuación.
3. CÓMO AFECTA LA CUESTIÓN A LOS PADRES
En nuestra sociedad, la autoridad tiene mala prensa. A los mayores les recuerda un tiempo en el cual el ciudadano normal no tenía reconocidos sus derechos. La autoridad en la sociedad civil, militar y/o religiosa representaba el poder absoluto.
Es interesante indicar que la autoridad de los padres tiene poco que ver con la autoridad y el poder de la sociedad, puesto que se basa en el amor, el cariño y el cuidado mutuos. No es el resultado de unas votaciones y se concreta en el día a día, dando puntos de referencia, estableciendo un diálogo permanente. Ello no impide, como pasa en toda relación humana, que de vez en cuando puedan surgir conflictos que tienen que resolverse.
En el ámbito personal, que incluye el familiar, con demasiada frecuencia la autoridad se había vivido como un sufrimiento: ¡lo que tenían que hacer los niños era escuchar y hacer lo que decían los padres! No había espacio para la reflexión crítica ni para la adhesión voluntaria.
La democracia ha introducido cambios importantes en la relación entre los poderes públicos y los ciudadanos y ciudadanas, entre los miembros de la misma familia, en las relaciones educativas en el marco escolar... El principio de autoridad ha entrado en crisis como tantos otros valores y las relaciones interpersonales se producen en un marco más igualitario en el cual los razonamientos y, especialmente, las experiencias anteriores, la trayectoria de la relación..., otorgan o restan autoridad. Aunque no hay que pensar que todos los problemas entre padres e hijos pueden resolverse sólo hablando: en más de una ocasión será necesario que los padres digan la última palabra, precisamente basándose en el amor que sienten por sus hijos y en su bien.
En este sentido, un aspecto relevante del ejercicio de la autoridad de los padres es la necesidad de marcar límites que vienen determinados por los valores que pretendemos transmitir. Y esto significa que, en algunos momentos, el mantenimiento de los límites puede provocar un cierto sufrimiento tanto a los padres como a los hijos. Pueden producirse situaciones difíciles que impliquen falta de comunicación, malhumor...
Por otro lado, la incorporación de la madre al mercado laboral, la precariedad laboral, la necesidad de trabajar con horarios que dificultan la relación continuada con los hijos..., provocan una dinámica familiar que no favorece una relación natural y, por lo tanto, una percepción equilibrada de la autoridad:
• con demasiada frecuencia, los abuelos son los canguros oficiales y sobre ellos recae un exceso de responsabilidades educativas,
• se produce un movimiento de transferencia a la escuela de buena parte de las responsabilidades propias de los padres para con los hijos,
• los padres son conscientes de la falta de tiempo dedicado a los hijos y, desde una cierta mala conciencia, a veces toman la postura de no contrariar a los hijos, no ser críticos con sus comportamientos egoístas o poco solidarios, tienen miedo a ejercer su autoridad para no frustrarles...
• en poco tiempo, se ha pasado de un sistema autoritario de los padres a un cierto contrato tácito según el cual cada uno hace lo que quiere. A menudo, los padres, por miedo al conflicto, se rinden y dejan de asumir sus responsabilidades educativas.
Por último, cabe indicar que la sociedad en la que actualmente tenemos que educar se caracteriza por su heterogeneidad de modo que los mensajes de la TV, la prensa, los valores de las familias de los amigos de nuestros hijos... pueden ser muy diferentes a los nuestros. Esta realidad implica que los padres no tienen que improvisar permanentemente, sino todo lo contrario: tienen que tener muy claro cuáles son los referentes más importantes. Más de una vez toca decir a los hijos: “Lo sentimos, pero en casa es diferente.”
4. POSIBLES RESPUESTAS DE LOS PADRES
En este nuevo escenario se tiene que volver a situar y a pensar el papel educativo de la autoridad en cada uno de los ámbitos educativos y en los diferentes estados madurativos de los hijos. La autoridad se manifiesta claramente educativa cuando va acompañada de una dosis importante de flexibilidad, de manera que con los diferentes hijos o en momentos distintos tiene que ejercerse de diferente manera.
Algunos componentes personales de los padres, la convicción profunda respecto de los propios valores, el tono de voz, el equilibrio en la exigencia..., son también factores a tener en cuenta.
Como consideración general, puede decirse que no se trata simplemente de dar órdenes e indicaciones y pasar a otra cosa. Las órdenes han de ir acompañadas de argumentos positivos, han de generar confianza, y ser en general, aceptadas de buen grado. Ante las dificultades, los padres no pueden eludir sus responsabilidades aunque pueda resultar doloroso el mantenimiento de una decisión. Saber decir que no a tiempo y mantenerlo puede entrañar un gran valor de cara al futuro.
La autoridad de los padres tiene que ser realista con las condiciones y los entornos de los hijos. Es importante el seguimiento continuado de su crecimiento, conocer los ambientes, las amistades, los intereses...para que la respuesta de los padres a los problemas sea fruto del conocimiento y no de la improvisación.
En una sociedad que invita constantemente al placer, al individualismo, a la comodidad..., la tarea de los padres se presenta como un reto para educar en el valor del esfuerzo, del trabajo bien hecho, de la solidaridad; y en este aprendizaje, la autoridad de los padres se revela como herramienta imprescindible.
La autoridad invita a crecer, aconseja y ayuda a dar pasos adelante: son los hijos los que avanzan, los auténticos protagonistas de su crecimiento como personas.
El objetivo final del ejercicio de la autoridad de los padres es la consecución de la plena autonomía de los hijos. En la misma medida que los hijos asumen sus responsabilidades, va desapareciendo la necesidad de la autoridad de los padres. La estrategia más eficaz, cuando son mayores, es una retirada gradual de la intervención de los padres para facilitar la asunción responsable de los hijos.
5. CÓMO PODEMOS AYUDAR
Parece oportuno indicar algunos ejes fundamentales para ejercer la autoridad de manera adecuada y para que resulte educativa:
Tiempo. La educación exige tiempo y, en la medida en que la autoridad se manifiesta en pequeñas decisiones cotidianas, es necesario que los padres se reserven tiempo para estar, hablar, comentar con los hijos. Esto se puede conseguir introduciendo cambios organizativos en ciertos hábitos:
• Trabajar menos horas aunque eso signifique ganar menos dinero.
• No utilizar a los abuelos o a personal externo en la atención a los hijos, a menos que sea necesario.
• No encender la TV durante las comidas para favorecer el diálogo.
Diálogo. La autoridad de los padres tiene que ir acompañada de diálogo. No se trata de conseguir la sumisión a un poder lejano que se impone sin más. El diálogo favorece el ejercicio de una autoridad con la suficiente flexibilidad como para que los padres reconozcan sus errores (“Perdona, pero ayer tenías razón”) y aceptar con normalidad las excepciones a la regla general. Una autoridad dialogante por parte de los padres acepta que el hijo tenga razón cuando efectivamente la tiene.
Coherencia. Lo que hoy es negro no puede ser blanco mañana. Es fundamental que desde muy pequeños, los niños y niñas se den cuenta de cuáles son los mensajes, los valores importantes, los comportamientos positivos. Y, en este sentido, tiene que haber un acuerdo de principios básicos entre los padres. Es profundamente antieducativo manifestar discrepancias importantes delante de los hijos en temas de carácter educativo.
Perseverancia. La educación es un proceso que dura toda la vida y necesita que el esfuerzo educativo se produzca con continuidad. Con harta frecuencia los padres tienen la tentación de pensar que no hay nada que hacer, que es mejor dejar el hijo o la hija se lo encuentre...
Oportunidad. A nadie le gusta que le indiquen lo que tiene que hacer y menos cada día y a cada hora. La auténtica autoridad delos padres favorece la existencia de espacios de libertad en los que los hijos tienen que optar y comprobar el resultado de sus decisiones al margen de los padres...
Jerarquía de valores. El esfuerzo y la autoridad tienen que centrarse en las cuestiones realmente importantes. Con demasiada frecuencia los padres y las madres dan importancia desproporcionada a aspectos secundarios. Es fundamental seleccionar las cuestiones importantes y jugar fuerte.
Colaboración padres-escuela. Aunque la responsabilidad primera y principal de la educación de los hijos es de los padres, la escuela ejerce un papel muy importante en la educación sobre la autoridad, porque es el primer lugar donde se produce su socialización.
Tiene mucho interés educativo que los hijos perciban un clima de confianza mutua entre los padres y la escuela. En ningún momento pueden los padres desautorizar al profesorado delante de los hijos. En todo caso, las dificultades tienen que hablarse directamente con la escuela.
6. CUESTIONARIO
1. ¿Qué entendemos por autoridad? ¿La consideramos necesaria?
2. ¿Estamos convencidos de que es imprescindible para el equilibrio de nuestros hijos marcar unas pautas, unos límites?
3. ¿Recordamos alguna ocasión en la que hayamos vivido una falta de respeto, un trato demasiado “de colegas” de nuestros hijos hacia nosotros? ¿Cuál fue nuestra reacción?
4. Con frecuencia, pero sobre todo en la adolescencia, la autoridad comporta conflictos, ¿estamos dispuestos educar en el conflicto?